Como sabéis, para nosotros es muy importante, como centro lasaliano, apostar por una educación para la vida. Una educación que haga de nuestros alumnos buenos personas, buenos profesionales y buenos ciudadanos abordando todas sus dimensiones a lo largo de las distintas etapas de su desarrollo.

Educación Infantil es la base para el resto de aprendizajes posteriores así que consideramos muy importante que nuestros aventureros, en busca de nuevas experiencias de aprendizaje, tomen conciencia de sus habilidades sociales y traten de ajustar sus emociones a las demandas reales del entorno. Son muchos los estudios que afirman que aquellos jóvenes que comenzaron a trabajar sus emociones desde niños son más felices y tienen más confianza en sí mismos en su etapa adulta.

Queremos niños que sean capaces de manifestar empatía respecto a las emociones de los demás, que puedan detectar emociones básicas como la alegría, la tristeza, la ira, la rabia y, lo que es más importante, que sean capaces de canalizar sus emociones en clave constructiva en un entorno de convivencia estable como el que estamos experimentando durante este curso. Sentir, reconocer y expresar son las acciones que nos mueven durante esta semana en el trabajo de la Gestión emocional que realizamos desde La Salle San Rafael.

Tradicionalmente la escuela tenía como objetivo transmitir conocimientos teóricos y conceptuales desde una perspectiva de verticalidad. Nuestra escuela lasaliana de hoy dista mucho de esta idea tradicional y plantea un modelo educativo que persigue el desarrollo integral de nuestros alumnos. Un desarrollo en el que sin duda cobran una especial relevancia nuestras emociones. Razón y emoción han estado presentes en la mente de muchos pensadores. ¿En qué medida influye la emoción en la razón del ser humano? Peter Salovey y John Mayer definieron por primera vez en 1990 el concepto de inteligencia emocional y fue Goleman quien lo difundió a través de sus múltiples trabajos. Precisamente fue él quien entendió la inteligencia emocional como una manera de entender el mundo y actuar en él.

Esta manera de entender las emociones nos hace ver la necesidad de trabajarlas desde los primeros años de vida y por ello, nos hemos puesto “manos a la obra” y…¡a trabajar esa inteligencia emocional!

Hemos partido del cuento “Las emociones de Nacho” y, a partir de él, hemos tratado de ser conscientes de lo importante que es identificar nuestros sentimientos y los de los demás, sentirnos responsables de nuestros actos, tomar decisiones responsables, resolver conflictos y mantener relaciones sanas con nuestros compañeros y profesores. Desde nuestro nuevo contexto de aprendizaje, el entorno de gestión emocional cobra gran protagonismo en nuestro día a día en el aula. Hemos creado un pequeño espacio en el aula, llamado el Rincón de la Calma donde los niños puedan identificar sus emociones en cualquier momento y encontrar un lugar en el que «refugiarse» en caso de que lo necesiten.

 

 

 

 

 

 

Mirad qué momentos tan bonitos nacieron en el aula… ¡ojalá los disfrutéis tanto como lo hicimos nosotras!