Esta es una de esas historias de amor de las que tantas veces han sido interpretadas y repetidas en las grandes producciones de Hollywood, como si se tratase de Romeo y Julieta, tan distintos ellos, pero a la vez tan idóneos el uno para el otro para comenzar una aventura, presentamos a nuestros protagonistas: los polinomios y las piezas de Tetris.
 
Los polinomios son el primer paso en la adolescencia para introducirse en el lenguaje algebraico. Aunque los alumnos vienen trabajando con esmero conceptos de aritmética desde bien temprano, con la llegada de las x, “que son una letra, pero que se refiere a un número, pero no un número concreto, sino más bien cualquier número”, las neuronas tienen que dar todo lo que tienen hasta que el concepto se puede dar por asimilado.
 
Con esta perspectiva, y de igual manera que cuando uno se apunta al club de running de su barrio no empieza directamente a preparar la maratón, desde el departamento de matemáticas del colegio se dieron cuenta de la peculiar similitud que tienen los temidos polinomios con las piezas que se pueden formar jugando al clásico juego del Tetris.
 
Resulta que si uno asocia piezas de Tetris a polinomios sencillos, se puede describir el comportamiento de polinomios más complejos de manera visual e intuitiva, allanando el complejo proceso de comprensión, e incluso haciendo que este sea más profundo.
 
Quién nos iba a decir que de entre lo abstracto y lo cotidiano iba a surgir este matrimonio tan bien avenido.